sábado, 28 de agosto de 2010

EL NACIMIENTO DE LA LIGA PATRIÓTICA ARGENTINA: reprimir y reformar para solucionar la cuestión social

Frente a la ola de agitación registrada en la semana de enero de 1919 aparecieron grupos de particulares que colaboraron con las autoridades en la represión, o como decían ellos, “en la defensa del orden”. Los voluntarios se inscribían en el Centro Naval o en las comisarías con el fin de formar parte de estas guardias cívicas. Cuando llegó la calma comenzaron las reuniones que apuntaban a “formar una agrupación que continuara funcionando en casos como el ocurrido recientemente y en donde el orden sea alterado por elementos avanzados y extraños al país”. Es en este marco que aparece la Liga Patriótica Argentina con el propósito de crear una guardia cívica que cooperara con las autoridades en el mantenimiento del orden público y en la defensa de los habitantes, ejerciendo un severo control de todo cuanto significara un ataque al progreso del país.



La Liga logró una importante adhesión entre sacerdotes, intelectuales, industriales, militares, empresarios, políticos, etc. Primeros integrantes: Joaquín Anchorena, Estanislao Zeballos, Vicente Gallo, Monseñor D´Andrea, Manuel De Iriondo, Lisandro de la Torre. El presidente fue Manuel Carlés (abogado rosarino).



La Liga funcionaba con una Junta Central y con brigadas, las que trabajaban tratando de neutralizar las posibles influencias revolucionarias, ya sea dictando conferencias para difundir los preceptos de moral cívica o interviniendo en los conflictos como fuerza paramilitar. Actuaban bajo el lema “Patria y Orden”.



Se lanzaron a realizar una obra purificadora del ambiente ante la innegable necesidad de extirpar de su seno todo indicio de amenaza revolucionaria. La “vacuna” contra el avance de ideas revolucionarias estaba precisamente en infundir, lo que para ellos era, el amor a la patria.



Justificaban su intervención en los conflictos obreros como una manera de estimular un “sentimiento de argentinidad”, al que vinculaban con cuestiones de respeto y agradecimiento a los antepasados o con la celebración de las grandes fiestas nacionales y la difusión de los hechos más importante de la historia argentina.



En relación a los canales de difusión de estas ideas nacionalistas sugerían “extremar la propaganda, estimulando a los poderes del estado y a los particulares, para que funden escuelas donde se eduque al pueblo, cultivando en el alma de los niños el amor a la patria”.



Una de las maneras más efectivas de lograr éxito en la campaña “purificadora” de la sociedad que se habían propuesto era el uso de la violencia en las huelgas, donde siempre encontraban motivos para justificar su accionar.



La Liga fue un grupo sectario y poco tolerante con los que pensaban de manera diferente a ellos.



El obsesivo dese de constituirse en los “guardianes de la argentinidad” los llevó a realiza una serie de tareas en los barrios más humildes para prevenir un posible ataque revolucionario e impedir así la alteración del orden público, la moral de la familia y la decadencia de las costumbres.



Se instaba a los vecinos a efectuar denuncias sobre probables actividades “subversivas” en el barrio (previamente los orientaban acerca de quiénes eran los enemigos), pero también había que denunciar a los cómplices inconscientes que eran los que renegaban de ser argentinos o los que no estaban listos para defender la patria.

La Liga Patriótica consideraban  enemigos de la sociedad y de la intitución:

Manuel Carlés, presidente
de la Liga Patriótica 
"...al anarquismo o escuela del terror que nada propone y todo lo aniquila, (...) al sindicalismo revolucionario que suprime al Estado (...) al socialismo maximalista que niega la Constitución y no la reemplaza con algo que defienda a los débiles contra la voracidad de los fuertes (...) los indiferentes, los anormales, los envidiosos y haraganes, los inmorales sin patria, los agitadores sin oficio y los enemigos sin ideas (...) la runfla humana sin Dios, patria ni ley".

La difusión del nacionalismo era propiciada en todas las expresiones culturales y para ello, la Liga, consideró adecuado el uso del cinematógrafo. Las películas sugeridas debían tener contenido que apuntaran a motivar a los trabajadores en las labores de campo, que divulgaran el conocimiento de nuestro suelo y de sus riquezas, o que contuvieran escenas relacionadas con la historia argentina. La estrategia de utilizar el cine con fines partidarios, fue novedosa y también la pusieron en práctica los militantes socialistas. Los liguistas proponían la creación de teatros populares que permitieran a todo el pueblo acceder a las grandes obras del teatro universal; también plantaron la necesidad de favorecer la divulgación de la música argentina.



La instalación de bibliotecas en los barrios, en los centros cercanos a las fábricas o en zonas rurales que tuvieran como destinatarios exclusivos a los obreros era sugerida como una de las maneras de alejarlos del peligro que representaban las “ideologías peligrosas”.
Considerando que el analfabetismo, además del alcoholismo, eran factores que conducían a obreros y peones a adherir a las ideas revolucionarias plantearon a la educación como liberadora de la ignorancia y así fundaron sus propias escuelas con contenidos nacionalistas.
Lo más importante era encontrar la forma de desarrollar el espíritu nacionalista, teniendo en cuenta la heterogeneidad del alumnado con que generalmente se encontraba el docente: argentinos hijos de extranjeros, criollos en contacto con extranjeros y extranjeros sin vínculos.

La respuesta ideológica de la Liga no tuvo la receptividad que ellos esperaban entre los sectores populares quizá por ello, su mayor importancia radique en que sus ideas fueron abonando el camino del nacionalismo de derecha que se fue fortaleciendo en los años ´20 y ´30.



 
Fuente: “La Liga Patriótica Argentina: una propuesta nacionalista frente a la conflictividad social de la década de 1920”, Mirta Moscatelli, docente-investigadora de la carrera de Comunicación Social.



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